La neurogenética surge gracias a los descubrimientos aportados desde la biología molecular y la genética y la necesidad de comprender qué relación existe entre los genes, la conducta, el cerebro, los trastornos neurológicos y ciertas enfermedades. Esta ciencia, que comenzó poco a poco en 1960, ha llegado a nuestros días gracias a la investigación de Seymour Benzer, considerado el padre de la neurogenética.
Cuando inició su camino en la investigación, los genetistas creían que los genes eran unidades ensartadas en los cromosomas como si fuesen cuentas de una pulsera. Pero S. Benzer sostuvo que cada gen tenía segmentos diferenciados y que estos podían reunificarse con muchas combinaciones cuando dos individuos procreaban. Llego a probarlo científicamente. Años más tarde, se demostró que el gen consiste en múltiples pares de nucleótidos.
Su trabajo más conocido es “Cómo afectan los genes a la conducta”, en el que usó la mosca de la fruta drosophila melanogaster como prototipo. Él y sus estudiantes llegaron a aislar los genes de conducta de las moscas.
Benzer fue famoso por su frase: “Si haces preguntas estúpidas, a menudo obtienes respuestas increíbles”.
La neurogenética del comportamiento estudia los avances en neurociencia, en tecnología de biología molecular y, sobre todo, en el proyecto genoma, que ha permitido trazar el genoma completo del individuo.
La neurogenética es un campo increíble dentro de la educación, sus áreas de investigación no paran de crecer. Tratan tanto de procesos moleculares como del estudio de las proteínas, neurotransmisores y plasticidad neuronal. Como resultado de todo esto, ahora podemos llegar a tener una mayor comprensión de los trastornos neurológicos y fenotipos específicos que están directamente relacionados con la correlación directa de ciertas mutaciones genéticas.
Estudios clínicos muy recientes demuestran como niños autistas que han sido diagnosticados e intervenidos tempranamente sufren menos y aprenden mejor (Davidson, 2016) Por tanto, es clave que el entorno sea consciente de la genética del sujeto para seguir trabajando con el sometido. El aprendizaje depende mucho del entorno y de las memorias que tenemos asociadas a este desde tan solo unas horas después de nacer. Porque los primeros años del acelerado proceso de las neuronas se crean grandes cadenas de memorias de emoción, sentimiento, conocimiento, información y procesos de sinapsis en nuestro cerebro.
El medio o el contenedor donde el sujeto habita es todo. Si es estable, estimulante, protector, constructivo y asertivo, el cerebro crece con unos pilares sólidos. Pero, si el contenedor es castigador, adverso, estresante, etc., impedirá un normal desarrollo del niño.
La idea de esta unidad en neurogenética de la neuroeducación es remarcar la necesidad de detectar en el sujeto los déficits que pudiera haber y que afectaran a su proceso de aprendizaje, e intervenir cuanto antes en esas conductas para modificarlas en la medida de lo posible lo más temprano que se pueda. Un niño de cuatro o cinco años ya no es temprano. Muchas sintomatologías se expresan antes de ser detectadas, por eso es muy importante intervenir. Sabemos que existen tratamientos conductuales que permiten revertir casos graves de ansiedad, estrés, déficits de atención, hipermotilidad o autismo no severo y otros síntomas que se están investigando.
Por tanto, los déficits potenciales que la neurogenética nos apunta no tienen que ser un escollo para no tratar de rectificarlos a tiempo con tratamientos conductuales. Si un niño ha nacido con bajo peso, o antes de tiempo, puede ver afectado su rendimiento en el aprendizaje.
El cerebro guarda la información porque las hormonas salen en su ayuda, y se encargan de grabar ese hecho. De esa forma, actúan con eficientes agentes del aprendizaje. Se podrían inyectar a los alumnos unas hormonas determinadas para aprender algo, pero es tremendamente peligroso. Esas hormonas también se inyectan cuando se genera miedo.
El cerebro está filtrando todo el tiempo, nos sirve, lo vemos, lo necesitamos. Y todo ese proceso de consolidación lo realiza por la noche. Aprendemos durante el día y lo fijamos por la noche, por eso el sueño es tan importante en el aprendizaje. Un alumno que no duerme, no aprende. Mientras dormimos, consolidamos, procesamos. Si es muy fuerte, también puede hacerse durante el día, pero se necesita la noche.
La atención es cíclica, no es estable, tiene ondas. Por eso hay que rescatarlos de donde se han ido. Porque como docentes también nos estamos yendo del aula. Hacer llamativo algo, hay que rescatar permanentemente al alumno. Preguntas, visuales, auditivas…, usar todos los canales. Todo esto que estamos tratando es muy lógico, al final nuestra motivación también está regulada por nuestros miedos.
Para captar la atención en el aula necesitamos atención y motivación. La motivación es cosa del alumno. Porque el adulto no estará en casa para decirles que tienen que estudiar. Los padres trabajan y casi siempre no están, o no ponen límites. Si la motivación no es fuerte, no avanzan.
El cerebro recuerda lo que le conviene para su supervivencia, por lo tanto, hay que hacer un trabajo de plantear las cosas de manera diferente. El alumno busca motivación y nuestra pasión. Pasión que surge cuando contamos para que te sirvió estudiar neurociencias o matemáticas, entonces nos convertimos en un ejemplo motivador. Ellos comprenden que el esfuerzo tiene su premio, porque somos la prueba. Esto es importante, el docente tiene que ser una fuente de recursos vivientes, no tiene que temer usar ejemplos de su vida, que favorezcan la motivación.
Al cuestionarse, hay llamada de atención e involucración, y el cuerpo responde. Eso es lo que queremos que pase. Tomar notas es sagrado, es obligatorio, no optativo, porque cerramos el circuito del cerebro: aferente, eferente, respuesta.
La concentración es más baja sentados que en movimiento, caminar hace mantener la atención. En la parte posterior del cerebro hay neuronas pequeñas que irradian a todo el cerebro hacia la medula (encéfalo). Estas activan o modulan para que te duermas. Se conectan con el oído y con este escuchamos y detectamos el equilibrio, relación de la cabeza con el cuerpo. En el momento en que el alumno está cansado, empieza a inclinarse y se acuesta. Cuando el órgano se inclina, se desconecta y duerme. Por eso, no se puede estudiar en la cama o en el sofá. Si queremos que los alumnos presten atención, tienen que moverse cuando la atención baja. Es mejor un alumno presente y estirándose que uno dormido. Por eso, es bueno caminar o estar de pie, hacer pequeños estiramientos.
El aprendizaje no es unilateral, es empático, una experiencia emocional de las neuronas espejo. En ese esfuerzo quieres triunfar, está sobreviviendo. Por ejemplo, podemos hacer que cada uno de los alumnos trabaje una parte de un tema y luego lo ensamblen conjuntamente. Cada uno ha trabajado separadamente, pero lo han hecho juntos al final. Aprenden juntos. El estudio es personal pero el aprendizaje es grupal. Somos seres sociales, pero hay que fomentarlo cuanto antes. La ciencia lo avala.
El primer ejercicio fue enseñar música con instrumentos autóctonos de Australia, con una profesora que era de origen africano y que no hablaba siquiera su lengua. Cuando volvieron al aula normal su rendimiento aumento el 200%.
A nivel visual, kinestésico… fue tan llamativo que generó un estado bioquímico que consiguió que la experiencia inmediatamente después fuera grabada en la memoria intensamente. Lo más interesante es que también se experimentó igual, pero haciendo la actividad llamativa una hora más tarde del aprendizaje. Es tan fantástico comprender cómo el cerebro graba el aprendizaje. Lo que hacemos inmediatamente antes e inmediatamente después condiciona la calidad de la grabación y la memoria. Así, cuando hay temas complicados, es interesante usar este tipo de métodos.
Tenemos diferentes tipos de memoria, a corto plazo (segundos o minutos, como un eco hoy) y a largo plazo (puede durar años). Pensad qué cenasteis anoche. Lo tienes que buscar en el hipocampo. Cuando el cerebro se para en una clave, la clave es siempre la misma. Si hay olvido, hay que cambiar el recorrido.
El cerebro hace abstracciones, entre un dibujo y un texto, la memoria genera abstracciones e inventa. Somos animales visuales, ópticos, nuestros cuadernos tienen que estar llenos de colores. Hay que decorar los apuntes, subrayar, hacer recuadros. Todo lo que se pueda transformar en mapas de conocimiento, el cerebro lo va a recordar mucho mejor.
Suscríbete a nuestro Magazine
Recibe Artículos, Conferencias
y Master Class
Psicología
Psicología
Psicología
Comentarios 1
Excelente artículo. muy necesario para aplicar en educación