Para llevar a cabo una gestión de la calidad en las mejores condiciones posibles, es necesario contar con el apoyo de algunas técnicas que ayuden a su desarrollo. Algunas de estas herramientas sirven para detectar problemas con la participación del personal, mientras que otras parten de mediciones o datos obtenidos del proceso a controlar y, a partir del análisis de estos datos, se obtienen los resultados buscados.
En ocasiones, estos resultados nos sirven para controlar el proceso. Si los resultados están dentro de los límites que se hayan establecido para cada proceso, estaremos ante un proceso controlado. En caso contrario, será necesario actuar sobre él aplicando acciones correctivas. Otras veces, solo nos interesará ver los resultados de un proceso con una representación gráfica.
Existen diversas formas de controlar un proceso, de buscar fallos, de mejorar los sistemas, de analizar los riesgos, etc., siendo algunas de ellas de gran complejidad. Sin embargo, algunas de las más conocidas y utilizadas son las llamadas: herramientas básicas de la calidad.
La calidad de un producto o servicio se puede determinar por sus características de calidad, como, por ejemplo: acabado, dimensiones, estética, tiempos de entrega, etc.
Para establecer la calidad del producto, se realizan mediciones de estas características y se obtienen datos numéricos. El análisis de estos datos nos aportará una información valiosa sobre el funcionamiento y eficacia de los procesos que nos permitirá estudiar y corregir cualquier desviación detectada.
Sin embargo, para analizar estos datos, se hace necesario recurrir a técnicas estadísticas que permitan visualizar y tener en cuenta la variabilidad a la hora de tomar las decisiones. Existen multitud de técnicas y herramientas a este respecto, siendo las más conocidas las siete herramientas de la calidad, que pasaremos a definir a continuación.
Consiste en un documento donde se pueda recoger de forma sencilla y estructurada todo tipo de datos para su posterior análisis. En función de los datos a recoger, se diseña la hoja y se apuntan los datos indicando la frecuencia de observación.
La estratificación permite clasificar la información recopilada sobre una característica de calidad. Toda la información debe ser estratificada de acuerdo a operadores individuales en máquinas específicas, y así sucesivamente, con el objeto de asegurarse de los factores asumidos.
Los gráficos de control fueron propuestos, originalmente, por W. Shewart en 1920, y en ellos se representa a lo largo del tiempo el estado del proceso que estamos monitorizando. En el eje horizontal X se indica el tiempo, mientras que el eje vertical Y se representa algún indicador de la variable cuya calidad se mide.
Además, se incluye otras dos líneas horizontales: los límites superior e inferior de control, escogidos estos de tal forma que la probabilidad de que una observación esté fuera de esos límites sea muy baja.
Por tanto, la finalidad de los gráficos de control es monitorizar el proceso que se esté analizando para controlar su buen funcionamiento y detectar, rápidamente, cualquier anomalía.
En el año 1972, un comité de la JUSE (Union of Japanese Scientists and Engineers) comenzó a trabajar sobre otras herramientas de la calidad que pudiesen ser utilizadas por directivos y especialistas y aplicadas por el personal de base.
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