En el desarrollo personal y profesional hay dos conceptos que suelen confundirse con facilidad: actitud y aptitud. Aunque a simple vista parezcan similares e incluso suenen casi igual, se refieren a aspectos diferentes de la persona. Es importante saber distinguirlos, tanto para crecer en el ámbito laboral como para mejorar nuestras relaciones personales.
Hoy te explicamos de forma clara la diferencia entre actitud y aptitud, incluyendo ejemplos y analizando cómo influyen en el rendimiento de las personas y en su desarrollo profesional.
La actitud es la disposición mental, emocional y conductual con la que una persona afronta una situación. Está relacionada con los valores, las creencias, la motivación y la forma de interpretar el mundo.
En otras palabras, la actitud es nuestra forma de reaccionar. Dos personas pueden encontrarse en la misma situación, pero cada una lo vive de una manera completamente diferente en función de su actitud.
Ejemplo de actitud:
Un trabajador al que le asignan una nueva tarea compleja puede mostrar una actitud positiva, asumiéndola como una oportunidad de aprendizaje, o una actitud negativa, viéndola únicamente como un problema añadido.
La aptitud, en cambio, se refiere a las capacidades, habilidades o talentos que una persona posee para llevar a cabo una tarea de manera efectiva. Se relaciona con competencias técnicas, conocimientos adquiridos y destrezas prácticas.
Se podría decir que la aptitud es “el qué” sabemos hacer y lo preparados que estamos para ejecutar una función determinada.
Ejemplo de aptitud:
Un médico debe tener aptitudes en diagnóstico clínico, uso de herramientas médicas y actualización constante en su especialidad. Sin estas habilidades, no podría ejercer con eficacia.
Entonces, después de haber visto el significado de ambos términos, ¿cuál es la diferencia entre actitud y aptitud?
Así, una persona puede tener muchas aptitudes para un trabajo, pero no tener la actitud adecuada para realizarlo con entusiasmo. Lo mismo puede ocurrir a la inversa: una persona con actitud positiva pero con pocas aptitudes técnicas puede necesitar formación para alcanzar un desempeño óptimo.
Por eso, cuando se habla de las diferencias entre aptitud y actitud, tenemos que entender que son conceptos complementarios. Ambos son determinantes para el éxito, pero actúan en planos distintos: uno en el terreno de las capacidades y el otro en el de la motivación y la disposición.
En el mundo laboral, la diferencia entre aptitudes y actitudes es muy fácil de detectar.
Las empresas buscan cada vez más un equilibrio entre ambas. Tener empleados con grandes aptitudes pero sin actitud puede generar conflictos o desmotivación. Por el contrario, un equipo muy motivado pero sin la preparación técnica adecuada, tampoco alcanzará los objetivos.
Por eso, en las entrevistas de selección, los reclutadores prestan atención tanto a las competencias demostrables como a la forma en que el candidato responde, se expresa y transmite su energía.
Veamos algunos ejemplos para aclarar todavía un poco más la diferencia entre actitud y aptitud::
Estos ejemplos de actitud y aptitud dejan claro que ambos términos se refieren a cosas distintas, pero que se complementan: las aptitudes hacen posible la ejecución, y la actitud define la calidad con la que se vive el proceso.
La diferencia entre actitudes y aptitudes es todavía más diferencial cuando pensamos en el crecimiento a largo plazo.
Las aptitudes pueden adquirirse con formación, cursos o experiencia. En cambio, la actitud es más difícil de enseñar, ya que depende de la personalidad, de los valores y de la manera de interpretar la realidad.
Un profesional que combina aptitudes sólidas con una actitud positiva suele destacar, porque no solo sabe hacer bien su trabajo, sino que también inspira confianza y transmite motivación a los demás.
Además del ámbito laboral, también podemos ver la diferencia entre aptitud y actitud en la vida diaria.
Distinguir la diferencia entre actitud y aptitud es necesario tanto para crecer en lo profesional como en lo personal: la aptitud determina lo que podemos hacer y la actitud define cómo lo hacemos y con qué disposición.
En definitiva, el autoconocimiento y comprender las diferencias entre aptitudes y actitudes nos permite valorar mejor nuestras fortalezas, identificar áreas de mejora y proyectar una imagen más completa en cualquier entorno.
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