Si entendemos la sostenibilidad como un modelo de desarrollo que pretende satisfacer las necesidades actuales de la sociedad, sin comprometer las de futuras generaciones, resultará fácil entender la importancia del turismo sostenible.
No se trata tanto de una forma de hacer turismo, sino más bien una fórmula para paliar los impactos negativos que el turismo de masas conlleva, ya sean estos medioambientales, sociales o económicos. De hecho, el término sostenibilidad tiene tres dimensiones, que pueden trasladarse a la actividad turística.
Se trata del Turismo Sostenible.
El turismo es un gran consumidor de recursos naturales. Desde el punto de vista ambiental, la actividad turística ha supuesto la sobreexplotación de algunos paisajes naturales que ahora se enfrentan a una difícil recuperación. Según la Organización Mundial del Turismo (OMT), aproximadamente el 1% del total de las emisiones contaminantes generadas en el planeta se relaciona con las actividades turísticas.
Pero no se puede decir que todos los impactos de la actividad turística sean negativos. La inquietud del viajero por ver en primera persona especies o ecosistemas en peligro de extinción, ha ayudado a la preservación de no pocos destinos a los que los gobiernos de los países no habrían prestado atención si no fuera por su capacidad de generar ingresos a costa de la actividad turística.
La experiencia turística integral conlleva irremediablemente una interacción con las comunidades residentes en el destino.
Sin embargo, la tendencia en la última década ha consistido en facilitar una convivencia más estrecha entre turistas y locales. Cada vez más turistas desean integrarse temporalmente en la vida y costumbres de la sociedad receptora. Todo conlleva una serie de impactos sociales y culturales que deben ser tenidos en cuenta.
La actividad turística constituye una actividad económica que genera movimientos de capital entre diferentes zonas de un país y entre países.
El desarrollo turístico atrae inversión para la construcción de instalaciones turísticas y genera empleo en el destino, ya sea directo (el generado por el propio negocio turístico, como pueda ser un hotel), indirecto (relacionado con la actividad turística como el servicio de taxi) o inducido (generado por un incremento de la demanda)
La riqueza que la explotación turística genera para un país depende del modelo de gestión de los negocios que operan en ese destino. No son pocos los casos de grupos internacionales que, atraídos por los recursos naturales de países en vías desarrollo, invirtieron en la construcción de instalaciones turísticas cuya explotación se traduce en ganancias que vuelven a los países inversores sin apenas beneficiar a los agentes locales.
Calcular cuál es el impacto de la actividad turística en el conjunto de la actividad económica de un país resulta muy complicado. Según la situación del país, será necesario adoptar unas medidas u otras para maximizar los efectos positivos del turismo. Entre ellas, las más frecuentes son la sustitución de las importaciones por productos locales o de producción nacional, o los incentivos para las empresas que contraten mano de obra local.
En definitiva, el turismo sostenible es aquel que toma en cuenta el principio del desarrollo sostenible y lo aplica a la actividad económica del sector turismo. Dicho de otro modo, reconoce que el turismo es un motor de desarrollo al que hay que ponerle algunos mecanismos correctores ante los riesgos que supone.
De acuerdo con la Agenda 21 para la Industria de los Viajes y el Turismo: “los productos del turismo sostenible son productos que operan en armonía con el ambiente local, la comunidad y las culturas, de modo que estas se conviertan en beneficiarios permanentes” (WTO, 2001; WTTC, 1995).
Por su parte, la Organización Mundial de Turismo define así el Turismo Sostenible: “El desarrollo sostenible del turismo es aquel que atiende a las necesidades de los turistas actuales y de las regiones receptoras, y al mismo tiempo protege y fomenta las oportunidades para el futuro. Este desarrollo se concibe como una vía hacia la gestión de todos los recursos de forma que puedan satisfacerse las necesidades económicas, sociales y estéticas, respetando al mismo tiempo la integridad cultural, los procesos ecológicos esenciales, la diversidad biológica y los sistemas que sostienen la vida”.
Esta definición fue revisada y ampliada por la OMT en 2004: “Las directrices para el desarrollo sostenible del turismo y las prácticas de gestión sostenible son aplicables a todas las formas de turismo en todos los tipos de destinos, incluidos el turismo de masas y los diversos segmentos turísticos. Los principios de sostenibilidad se refieren a los aspectos ambiental, económico y sociocultural del desarrollo turístico, habiéndose de establecer un equilibrio adecuado entre esas tres dimensiones para garantizar su sostenibilidad a largo plazo”.
De esta segunda definición se deduce que el turismo responsable no responde a un único modelo de turismo, sino más bien a un movimiento que apuesta por un uso adecuado de los recursos naturales, respeta la diversidad socio-cultural y asegura prácticas empresariales adecuadas. Es el objetivo al que deben tender todos los tipos de turismo y todos los sectores implicados en la industria turística.
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