Decir que no es una de las características principales que reflejan una conducta asertiva para ello no se han de dar excusas, aunque sí razones, respuestas concisas y, en el caso apropiado, proponiendo una alternativa.
Otra de las claves de un comportamiento asertivo es ser conscientes de que somos imperfectos y podemos cometer errores. La forma correcta de aceptar un fallo es reconocer los aspectos reales de la crítica, sin ser defensivo o contraatacar al otro, sin aceptar por ello los aspectos exagerados o deformados que están mezclados con la crítica ajustada.
Si algo nos parece molesto o inadecuado, podemos pedir un cambio de comportamiento en nuestro interlocutor. Para ello es necesario indicar claramente lo que deseamos con tono firme, pero no demasiado agresivo.
Es prácticamente imposible estar de acuerdo en todo momento con el equipo de trabajo del que formamos parte.
Habrá compañeros que quieran captar nuestra atención en el acto, incluso cuando estemos en mitad de una tarea compleja, o un subordinado que sin ser una cuestión importante la que tenga entre manos requiera ipso facto nuestra atención. Asertivamente debemos mantener nuestra postura y para ello se deben hacer gestos -lo evidentes que sea necesario- tales como levantar la mano para indicar -”espera un momento” y frases directas como - “me gustaría terminar la frase”, -”espera a que acabe de hablar para decir lo que desees”.
Si nos oponen una tenaz resistencia, utilizar un tono de voz más alto de lo usual, sin dejar excesivas pausas, mirando directamente a los ojos del interlocutor e indicar en la conversación información de la duración de lo que se quiere comunicar.
Ocultar nuestro error puede ser en ocasiones más una muestra de debilidad que una precaución. Desde luego puede hacerse de una forma digna y natural, expresando el justo desagrado por habernos equivocado, pero sin dar permiso con ello a críticas exageradas o indebidas (como “siempre haces lo mismo”, “eres un desastre”, “no hay forma de que hagas algo a derechas”).
Se trata de hacer evidente -en lugar de disimular- que no conocemos o recordamos algo. Es ideal hacerlo con sinceridad, naturalidad, sin mostrar sumisión ni agresión.
Para terminar una conversación que no deseamos continuar hemos de afirmar con nuestro “derecho a elegir”, expresándonos de una forma clara pero firme.
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