By Blog de CEUPE on Lunes, 05 Agosto 2019
Category: PSICOLOGÍA

La educación del siglo xxi

 “Lo que nos diferencia de otras especies (o, al menos, eso es lo que sabemos hasta ahora) es cómo usamos nuestra inteligencia en relación a la conciencia. El órgano mayor de aprendizaje es el cerebro.”

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La educación del siglo xxi

Una de las primeras preguntas que me envían los alumnos sobre los temas que les inquietan es cómo abordar la apatía y la desmotivación en el aula. Las ausencias, la falta de atención y estímulo. ¿Por qué pasa esto? ¿Por qué no nos hacen caso?

No sabemos qué hacer para llamar la atención de los alumnos y el principal problema que estamos teniendo es que, casi sin darnos cuenta, aún seguimos preparando demasiado las clases. No estamos pensando realmente en cómo podemos hacer que nuestros alumnos aprendan mejor desde la neurociencia. Seguimos pensando en cómo seguir sobreviviendo como profesores haciendo lo mismo, en un universo cambiante. Tiene que haber un cambio real, algo que marque un antes y un después.

Las clases ya las tenemos claras, ahora solo tenemos que cambiar las herramientas. Dejar de pensar en nosotros como docentes y empezar a pensar en ellos, en cómo son sus cerebros. Basta ya de quejarnos porque no nos prestan atención. No nos prestan atención porque no somos capaces de captar su atención. La respuesta es bien sencilla.

Uno de los objetivos de este artículo es comprender qué es la neuroeducación y cómo esta puede revolucionar la educación. Conocer sus claves, tanto como lo hizo en su momento la ciencia con la medicina, siempre y cuando conozcamos la base científica de estas.

En los últimos años, hemos conocido mucho del cerebro. Pienso por ejemplo en mí, en todo lo que he aprendido en los últimos cinco años. Mis clases han cambiado muchísimo y mi manera de aprender y enseñar, por lo tanto, también.

Hoy podemos ver el cerebro en funcionamiento, estando vivo, simplemente en una resonancia. Eso es un cambio enorme, porque podemos detectar moléculas químicas en sangre o en orina, haciendo que podamos diagnosticar en poco tiempo cualquier cambio en el cerebro relacionado con la educación, dislexia, discalculia, etc., y empezar a trabajar con esos estudiantes.

El centro del cerebro ya no es la neurona, hay otros centros celulares. Se acabó la idea de que solo se puede aprender en un periodo determinado de la vida y que, si no se aprende entonces, estás perdido. Se acabó eso de que, si tu cerebro esta traumatizado, no se puede recuperar. La verdad es que para millones de personas es muy liberador. Pienso en niños con traumas o en adultos con estrés postraumático de aprendizajes duros, y cada día hay más respuestas. Eso es lo que me anima a seguir investigando, aprendiendo y enseñando neurociencia.

Se aprende toda la vida, no se mueren las neuronas, no nos asustemos, vuelven a nacer. Se acabó esa tesis de que el cerebro es rígido y que no hay manera de cambiarlo. Hay muchos neuromitos, como “el saber no ocupa lugar”. Sí, ocupa lugar, y ocupa mucho. Lo vamos a demostrar. En el aula, no se aprende, lo siento. Se aprende, pero poco. En el aula, se entiende, pero no se aprende, que no es lo mismo.

Se rompieron los neuromitos. Vamos a definir neurociencia, pedagogía y psicología juntas. Lo que nos da neuroeducación. Esta ciencia compuesta de tres ciencias es muy importante, va a tratar de hacer muchas cosas por nosotros. Si sabemos cómo afectan los genes a nuestro aprendizaje, aprendemos mejor. Si comprendemos cómo aprende el cerebro, enseñamos mejor y no perdemos el tiempo en cosas inútiles. Trabajamos en el aula como si todos los alumnos fueran iguales, y nada que ver. Lamentablemente, tenemos que hacerlo, pero hemos de ser muy conscientes de que no lo son. La mayoría de personas de este planeta son neurodiversas, tienen un cerebro diverso a lo normal. Cada ser es diferente y su cerebro también.

En este artículo vamos a intentar capacitaros para evitar que “compréis humo neurocientífico”. Que no os vendan ilusiones de que se consiguen resultados rápidos con tal o cual técnica, o creer que un chico es visual, o kinestésico o auditivo y ya está. Eso no es cierto y no es científico. Son neuromitos. Lo que hacemos los científicos es hablar claro y salir a comunicarlo fácil.

Ese es mi trabajo como profesor, tratar facilitar este aprendizaje. Los profesores no quieren simplemente saber qué es una neurona o qué es la sinapsis, quieren herramientas, que les ayude a cambiar las cosas.

Es importante detectar temprano los cambios en el aprendizaje para poder trabajar rápidamente. No hay que dejarles solos con la angustia de ser un niño talentoso o un niño con dificultades en la lectoescritura. La neuroeducación tiene todos esos valores y son muy rápidos y eficaces, pero hay que trabajarlos bien.

Funciones de la neuroeducación

Aparentemente se aprende con el cerebro. Pero, ¿para qué sirve realmente? La primera función es la aferente sensitiva, procesamiento motor de todo lo que experimenta. Eso lo tenemos que conocer bien porque cuando cierro un ciclo de aprendizaje tengo que poner un cierre motor en toda la serie. Aprendemos sentados, pero para cerrar tengo que introducir algún tipo de movimiento, mejor si es con el cuerpo, así decimos que el cerebro adhiere sensitivamente usando la motricidad.

Si solo procesamos aferentemente, te quedas dentro, porque no se ha grabado. Está en la introspección. Hay que trabajar y aprender cerrando con trabajos prácticos porque el cuerpo interactúa, no solo recibe del profesor, sino que tiene que elaborar material propio y estar plenamente activo. Interactuando con el cuerpo se aprende más. En primaria y en jardín de infancia, es muy importante, pero imaginaros en los adultos y adolescentes, que les dejamos todo el día sentados. Resulta imposible. Un adolescente y un adulto necesitan moverse, necesita introducir respuestas motoras en el cierre de sus aprendizajes para fijar en el cerebro.

Leyes de la neurociencia

La primera ley de la neurociencia es que cuando el cuerpo participa en el aprendizaje el alumno aprende. En un aula, el alumno sentado no aprende, solo entiende. Solo aprende cuando se está en movimiento, cuando él tiene la oportunidad de demostrar lo que ha entendido; es porque lo ha aplicado, lo sabe. Si ha estado ocho horas sentado, ¿cuánto puede contar de su clase? Diez minutos. Ahora imaginad por un momento que esas ocho horas han sido de trabajo práctico, ¿cuánto podría contar al día siguiente? Mucho. Esa es la diferencia entre entender y aprender.

Un profesor cree que, porque dio una materia, el alumno ya la ha aprendido, pero no es así, simplemente la ha oído y, en el mejor de los casos, capto su atención e incluso la entendió, pero no la ha aprendido porque no la ha practicado.

Segunda ley de función del cerebro: la supervivencia. Nuestro cerebro tiene una función ancestral: sobrevivir. Pero esto no son solo los mecanismos de defensa de huida, de agresión o de inhibición. Es mucho más que eso, podemos hablar de éxito humano, de progreso, de ser geniales y de poder demostrarlo. Eso forma parte de nuestra condición de humanos, ser geniales. Sentirnos amados, a la conquista de alguien o algo. Cuando el cerebro está delante de algo o alguien que está asociado con la supervivencia, queda para siempre en la memoria. Así que, por ejemplo, si yo me encuentro con uno de vosotros y para vosotros es importante preguntarme algo, o comentarme algo vital, ese momento vivido, aunque sean solo segundos, quedará marcado en la memoria. Por tanto, nuestro cerebro registra de modo especial todo aquello que considera importante para sobrevivir.

El cerebro no se puede dar el lujo de olvidar aquello que necesita para sobrevivir, ya sea bueno o malo. Por eso, los colapsos en nuestra memoria, en el momento de un examen, estamos sobreviviendo. En el aula, sin embargo, no se sobrevive, por eso no se guarda. Si el aprendizaje en el aula se conectara con la supervivencia, se guardaría más.

Las dos grandes leyes, por tanto, son: aferente y lo que impacta en la supervivencia.

En el aprendizaje de adultos, vemos muy clara esta última ley. Cuando un adulto tiene que examinarse porque le va en juego la promoción, un ascenso o la supervivencia, pone mucho interés. Por la segunda ley, si el niño o adolescente comprendiese activamente que todo lo que él o ella están haciendo puede marcar su futuro profesional, pondría mucho interés. Por tanto, es fundamental que nosotros seamos capaces de capacitar vocacionalmente al alumno, hacia resultados que tienen que ver con la supervivencia del cerebro.

El cerebro siempre mira el entorno dado que quiere sobrevivir. Si el entorno cambia, el cerebro tiene atención plena. Cuando tenemos un entorno de aprendizaje cambiante, no en exceso, pero lo suficiente como para estar estimulado, el cerebro responde plenamente.

En el momento en el que cambia algo que afecta a mi vida, yo presto atención, por eso hay que cambiar, hacer chistes y moverse. Somos animales empáticos. No solo cuestión de miradas intensas, sino de compromiso kinestésico. No hay que estar todo el día sentado, ser docente implica estar vivo y, si aplicamos esta segunda ley, también a nuestro trabajo, imaginaros también que cómo hagáis vuestro trabajo tiene que ver con vuestra supervivencia, con vuestra motivación y éxito personal.

Nadie dijo que fuera fácil. Hay que cambiar el entorno, el tono, la voz, la luz, sacarlos a caminar... En el aula no se puede hacer todo. El cerebro presta atención al entorno; si todo es homogéneo, ya no presta atención.

Continuación...

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