PSICOLOGÍA

Neuroarte en el aula

El baile, la danza, la música, el canto y la escultura no solo alegran nuestra vida, sino que son necesarios en términos de neurobiología. Todas las subculturas, sociedades y comunidades necesitan expresarse, inspirarse y recrearse desde lo más profundo. Ahora la neurociencia nos acerca a esa perspectiva desde donde se fabrica ese arte.

Contamos ya con una disciplina llamada neuroarte o neuroestética que estudia el fenómeno de la comprensión del fenómeno artístico desde la neurociencia. Eso que nosotros llamamos inspiración, arte o belleza ya se puede medir. Como hemos visto en el apartado anterior, el cerebro se mueve por imágenes y necesita también sentir que es libre, aunque aparentemente sea una ilusión aplicable a todos. Sin embargo, esa capacidad innata que tenemos todos los seres de crear belleza, es en sí misma un misterio.

El cerebro es capaz de matizar gamas de colores, formas, tamaños y sonidos, es capaz de hacer abstracciones, traducirlo a pensamiento, llevarlo a la escritura, plasmarlo en un cuadro y hacer una escultura, es capaz de producir productos de la inteligencia: obras de arte.

Gardner define muy bien la necesidad del arte en los niños, también en las personas con neurodiversidad, su gran valor como vehículo de comunicación. Pero, ¿qué es el arte para el cerebro?

Sabemos que nuestras sinapsis tienen la propiedad de tejer los hilos de millones de procesos, propiedad también relacionada con el aprendizaje y la memoria. Nuestro cerebro tiene áreas, llamadas visuales, donde hay neuronas que responden a patrones concretos de armonía, belleza, espacio, orden, armonía o de desarmonía, oscuridad, caos o desorden.

La convergencia o divergencia de esas neuronas captando puntos creará líneas que construirán formas. Otras neuronas serán las que darán color, movimiento a los objetos, profundidad al campo, animación al movimiento y pondrán sonido, es decir, muchas áreas de nuestro cerebro intercalan circuitos y acaban creando una obra de arte.

Lo increíble es que hay neuronas que son especulares, tienen capacidad de imitar, y adulterar un objeto que nunca hayan visto, y hacerlo creíble, e incluso trabajar con categorías de la imaginación y plasmarla. Esto se encuentra en diferentes zonas de la corteza cerebral y del cerebro emocional, cuyo sistema de anotación se escribe en marcadores temporales.

¿Qué tiene que ver todo esto con el arte y el cerebro?

La neurociencia ha demostrado que el arte mejora diferentes áreas de nuestro cerebro, particularmente la música, por eso vamos a trabajar el estudio de este campo en particular.

La instrucción artística en estudiantes mejora su calidad de aprendizaje porque mejora su neuroplasticidad cerebral, sobre todo aquellos que tienen mayor interés y motivación para el mismo. Pero también hay algunos estudiantes que, aunque no tienen correlaciones artísticas, por ejemplo, musicales, se pueden beneficiar en áreas como las capacidades visual-espaciales, geometría, etc.

El arte además activa las hormonas y las emociones positivas; por tanto, el teatro, el cine, el baile y la música son capacidades y habilidades para trabajar todos los aspectos prosociales de la inteligencia. Por ejemplo, hacer mímica o hablar en grupo genera adrenalina, sustancia que tiene que ver con la atención, la memoria, el trabajo o las capacidades de organización.

La Universidad de Harvard ha realizado varios estudios, algunos de ellos dirigidos por H. Gardner, sobre la valencia de un programa enfocado hacia el arte y que asuma la capacidad múltiple de crear del cerebro. Este programa está especializado, primero, en música, luego, en artes visuales y, finalmente, en escritura creativa. El programa conocido como Arts Propel será estudiado en profundidad en la asignatura de inteligencias múltiples.

Como conclusión podemos decir que la neurociencia ha demostrado la gran validez del arte y las nuevas estrategias de aprendizaje artísticas. Además, la neurociencia cognitiva nos ha regalado la profunda reflexión de la ilusión de la mente, con su capacidad de especular, generar e imitar la realidad (tanto modificándola como inventándola).

La escuela no es el único lugar donde aprenden los estudiantes, también lo son sus casas, la ciudad en la que viven y la comunidad que les sostiene. El compromiso de introducir programas que trabajen el arte y el cerebro es enormemente útil. No solo para la diversa población, sino especialmente para los neurodiversos altamente dotados para el arte.

El arte tiene una gran función, no solo social, sino también de neuroplasticidad cerebral. Por eso, hemos de aprender a aprender el arte y adquirir más habilidades artísticas que nos permitan resolver los obstáculos o problemas que se nos plantean de forma creativa, haciendo uso de nuestra inteligencia social.

El aprendizaje artístico se adquiere a edad muy temprana, pero se estimula a lo largo de toda la vida, aunque también es cierto que hay individuos mucho más dotados para el arte. Cualquier capacidad placentera, dada en un clima proactivo, produce en la mente ondas de frecuencia que relajan la amígdala y activan el neocórtex. El arte nos permite mejorar, comunicarnos con los otros, aprender a imitar, ser creativos; por tanto, dentro de la neuroeducación, el arte es del todo imprescindible.

Estamos en un nivel de neurociencia similar a la prehistoria del pensamiento, ya que los millones de neuronas que nos habitan pueden recibir millones de entradas de información y crear el mismo número de sinapsis. Cada una de esas pequeñas sinapsis son mundos.

Necesitamos romper muchos conceptos, o simplemente aceptar que nuestra mente y nuestro cerebro son geniales y nuestros alumnos también. Experimentar mucho más los límites del arte, la mente y la conciencia porque, como estamos siempre evolucionando, solo sabemos que no sabemos casi nada.

Tenemos alumnos que son muy inteligentes y que a veces no pueden prestar atención porque su cerebro procesa la grabación a un tiempo diferente, por eso es importante trabajar desde diferentes perspectivas con ellos. Las intervenciones en arte, mente y cerebro usando técnicas conductuales dan muy buenos resultados. Son como juegos para el cerebro, en los que van consiguiendo mejorar las capacidades cognitivas.

Cada ser tiene un tiempo atencional diferente. Los adultos bien entrenados y bien atentos pueden atender un máximo de 45 minutos, los niños muchísimo menos. Pero, ¿qué hace el cerebro cuando no está atento a lo que debería? Pues está jugando y aprendiendo. El cerebro aprende jugando con un campo infinito de posibilidades. Cuando un niño juega, aprende. Cuando un adulto juega y se equivoca, también aprende. Cuando acierta, también aprende. Por eso, el cerebro nunca pierde el tiempo. Cuando hacemos arte, no estamos perdiendo el tiempo, estamos grabando datos que nos servirán tarde o temprano.

Evolucionamos gracias a los juegos y al arte. De pequeños jugamos con juguetes y luego con proyecciones mentales. En cada edad, hay un juego diferente, y todos ellos son aprendizaje y arte.

Los estudiantes solo pueden aprender si son capaces de captar la atención de su cerebro con un estímulo llamado juego artístico del aprendizaje. Es algo tan primitivo como el tacto o el amor.

Es la curiosidad que tiene el niño cuando su madre le dice: “Ven, voy a leerte este cuento” y él sabe que es algo especial. En el arte, no hay error, hay ensayo.

Picasso dijo: “No creo en las musas, pero si existieran y viniesen, me encontrarían trabajando”.

Detrás de todos los artistas hay horas de trabajo, tenacidad, voluntad e imaginación. No hay buen arte sin error. Por eso, decimos que el mejor arte es fruto de un error, porque el arte también representa la imperfección del cerebro, que es un proceso de construcción continuo donde muchos errores crean un acierto.